Partimos del antecedente de que el desarrollo está en deuda con países como los latinoamericanos y que la comunicación está en deuda con el desarrollo, tal diagnóstico induce a un análisis de cómo se encaró la comunicación para el desarrollo para luego proponer un giro hacia la comunicación para la democracia y la interculturalidad.

Los modelos de desarrollo y de comunicación, basados en el carácter unidireccional, han obviado el atributo cultural de los actores sociales, el contexto socio-político que interactúa de manera inherente en todas las dimensiones de las relaciones humanas. Retomar al ser humano ‘culturado’, encarar la comunicación y sus estrategias a partir de su carácter catalizador de la participación activa del sujeto en el espacio público, de diálogo respetuoso con las diversidades, como marco ético, encamina la nueva comunicación para el desarrollo, la democracia y la inteculturalidad para alcanzar cambios sociales. Esta demanda de una nueva praxis comunicacional invoca la renovación de los conceptos y de sus aplicaciones que permita esbozar nuevos mapas y reglas de decisión para trazar estrategias apropiadas y para coadyuvar a encontrar alternativas de solución a los problemas complejos que aquejan a la humanidad, en particular en países en vías de desarrollo.