Publicado el 27-04-2006 / Edición Nº 2

 


Horacio Quiroga y la manifestación de los límites
por Arce, Graciela Liliana
Facultad de Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Lomas de Zamora
Arce, Graciela Liliana (27-04-2006). Horacio Quiroga y la manifestación de los límites.
Hologramtica Literaria - Facultad de Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Número 2
ISSN 1668-5024
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RESUMEN:

El propósito de este ensayo es analizar cómo las diferentes formas de los límites son manifestadas en la primera parte del libro El salvaje de Horacio Quiroga y de qué manera la soledad atraviesa no sólo los relatos sino la vida del autor.

PALABRAS CLAVE: Quiroga- trabajo- límites- soledad- Ezequiel Martínez Estrada
ABSTRACT:

The purpose of this essay is analyze how the different ways of limits are shown in the first part of the book El salvaje by Horacio Quiroga and in what extent the loneliness goes through not only the stories also the author’s life.

KEYWORDS: Quiroga- work- limits- loneliness- Ezequiel Martínez Estrada

Horacio Quiroga y la manifestación de los límites

 

 

 

 

Graciela Liliana Arce

Facultad de Ciencias Sociales

UNLZ

 

  

Introducción

 

 

                                                   Ando escaso de papel, de dinero, de esperanzas y qué sé yo.
                                                        Horacio Quiroga en Cartas de Quiroga a Martínez Estrada.

 

 

Acaso la década de 1920 constituya una de las más significativas etapas de nuestra historia literaria. Época de grandes cambios, época de decisiones y, por qué no, de comienzos estéticos. Las vanguardias europeas, que ya se venían perfilando en Buenos Aires, hacen eco en la juventud intelectual conformando núcleos divergentes y, en algunos casos, extremadamente contradictorios.

 

            Es la época de las revistas de vanguardia, núcleos de publicación literaria con características ideológicas y estéticas definidas. En un contexto donde la revista Martín Fierro ocupa un lugar dominante, Ricardo Güiraldes y Macedonio Fernández obran de figuras tutelares y donde la oposición lucro-arte se erige en pivote ideológico, un escritor de las características de Horacio Quiroga parece no tener lugar. Pero si bien le toca en suerte ser expulsado junto con Benito Lynch de la vanguardia martinfierrista, la década del veinte es, en parte, la década de Quiroga en la literatura argentina.

 

            Según Beatriz Sarlo, no es una disputa sobre los principios estéticos la que aísla a Quiroga de la revista. El silencio hostil tiene más bien que ver con el tema reiterado de “los que hacen dinero con el arte”, fórmula en la que se condensan no sólo todos los enemigos con que el mercado amenaza a la vanguardia, sino también todos los fantasmas que la ampliación del público había ya agitado frente a los escritores novecentistas, obligados, por primera vez en la historia literaria argentina, a competir en un espacio público según leyes que no habían definido ellos mismos y con hombres que, llegados de otras clases y de otros países, parecían dispuestos a reclamar un lugar en el campo intelectual y en la sociedad en su conjunto. 

 

            Quiroga era uno de los que provenían de otro país y otra clase pero no ocupaba su tiempo reclamando un lugar ni en el campo intelectual ni en la sociedad. “Ni escribió jamás una línea para ganar dinero, ni adecuó un relato al paladar de los directores de publicaciones para que no se lo rechazaran; no mendigó fama ni fortuna (…), lo cual no quiere decir, ni cerca, que fuera un escritor iluso, que profesara el arte por el arte o que considerara venal el trabajo intelectual retribuido.”

 

            En una carta a Ezequiel Martínez Estrada escribe Quiroga:

 

 

“Valdría la pena exponer un día esta peculiaridad mía (desorden) de no escribir sino incitado por la economía. Desde los 29 ó 30 años soy así. Hay quien lo hace por natural descarga, quien por vanidad; yo escribo por motivos inferiores, bien se ve. Pero lo curioso es que escribiera yo por lo que fuere, mi prosa sería siempre la misma. Es cuestión entonces de palanca inicial o conmutador intercalado por allí: misterios vitales de la producción, que nunca se aclararán.”

 

                       

            De esta manera, se van perfilando las decisiones que sostienen su vida profesional. Pero su vida personal está plagada, también, de elecciones que van forjando un carácter y de escenarios que lo influyen.

           

            Acaso el destino del hombre esté sólo sustentado por el camino que va eligiendo en cada momento particular de la vida, acaso toda elección cotidiana sea el pilar que sostenga una etapa futura. Pero, ¿qué ocurre cuando estas elecciones son llevadas a un extremo en donde el retorno parece inaccesible, qué ocurre cuando el tiempo y el espacio son condicionantes, qué ocurre cuando el objetivo es tan claro que ya no interesan las consecuencias?

 

            El presente trabajo se propone analizar las diferentes maneras en que los límites se manifiestan en la primera parte del libro El salvaje de Horacio Quiroga y en qué medida la soledad atraviesa no sólo los relatos sino la vida misma del autor.

 

 

Vidas solitarias. Vidas intensas. Vidas de acción

 

            “Hacer, amigo mío. Somos hombres; no hay que olvidarlo” (1) le escribe Horacio Quiroga a Ezequiel Martínez Estrada sintetizando, quizás, gran parte de su vida y de su obra. La importancia de la práctica en sí misma parece sostener muchos de los ejes que luego serán fundamentales en su literatura. “Porque tenía el placer de construir, de hacer, de ensamblar, de ajustar, de dar forma, de crear. Era un artesano y esto puede aplicarse con estricto rigor a la factura de sus cuentos y a su prosa” (2) y, como buen hombre de trabajo, daba a los detalles una importancia tal que llevaba al extremo no sólo a sus personajes, sino a la situación que había creado para ellos.

 

            A través de la acción, la vida intensa aflora poniendo de manifiesto un lugar estratégico y, muchas veces, de difícil acceso en donde vida y obra se combinan. “Las enseñanzas experimentales de la vida intensa siempre limitan con el peligro y construyen una ciencia de las conductas prácticas en la literatura de Quiroga” (3). Y en la extremidad, la sensibilidad se hace presente marcando el punto de acceso al relato.

           

 

“Fue Quiroga muy sensible a los sentimientos familiares: a los de gens y tribu. En términos generales debe saberse que, en contraste con su dura, autoritaria manera de ser, Quiroga era de una sensibilidad tierna y generosa, aunque no abierta sin cautela ni por ningún camino accesible al peatón, sumamente impresionable y propenso a las lágrimas. Su don de simpatía por los seres humanos como miembros de la Creación, no tenía límites prácticamente; y puedo afirmar que los personajes de las novelas y los reales convivían con casi igual personería en sus afectos.” (4)

 

 

            Y los afectos son llevados a través de diferentes procedimientos a un extremo tal que constituyen una parte esencial de sus relatos. Los personajes logran ingresar a un mundo singular a partir de la práctica cotidiana y acompañados de recursos simples que logran extrañarse en su propia interacción.

 

            En el análisis del espacio y del tiempo hallamos que éstos ofician de factores fundamentales para crear una atmósfera en donde la situación límite se manifiesta.

 

            Al respecto, en la descripción misma del espacio encontramos características precisas que nos remiten a un sentimiento de soledad y supervivencia donde el narrador y el autor se intersectan y, en ocasiones, se superponen. Ya en el relato “Una bofetada”, la tempestad alude tanto al río como a los desmanes que provoca la caña en el obraje si ésta era excesiva. El río Paraná no es sólo un imponente escenario a lo largo del cual las acciones se desarrollan, sino que influye en los hechos y en el carácter de los personajes, así como lo había hecho en el propio Quiroga. Rodríguez Monegal nos señala del autor que “la realidad se le metía por los ojos y tocaba dentro de él una materia suya desconocida. Misiones era descubierta pero al mismo tiempo Misiones lo descubría, lo revelaba.”

           

            En “El salvaje”, la selva y el estado climático que reina en ella son eco, también, de este cruce entre narrador y autor donde la personalidad del sujeto es determinada, en gran parte, por la naturaleza en la cual se halla inmersa, pero donde ésta implica una elección de vida:

 

 

“En esa región fui huésped, una tarde y una noche, de un hombre extraordinario que había ido a vivir a Guayra, solo como un hongo, porque estaba cansado del comercio de los hombres y de la civilización, que todo se lo daba hecho; por lo que se aburría.” (5)

 

 

            Asimismo, representa para el propio Quiroga, también, una elección de vida. Ya nos expone Ezequiel Martínez Estrada: “Escapando de sí mismo y de sus recuerdos terribles, halló en la naturaleza selvática del norte un bálsamo de olvido.” (6)

           

            Volviendo al cuento, la elección del personaje es doble y está sustentada por el deseo. Por un lado, elige vivir en Misiones -en una zona virgen y fronteriza- como medio de escape de la civilización y, por otro, el anhelo lo lleva a una regresión a la era terciaria. Pero estas dos opciones no son azarosas sino que están condicionadas por el tiempo. La una ocurre de día, la otra de noche.

 

 

            “Por mi parte, mi vida de día proseguía su curso normal aquí mismo (…)” (7), nos dice el hombre haciendo referencia a su fase actual, pero no deja de aludir a su período de regresión al comentar: “La formidable vida creada por el Querer del hombre y el Consentimiento de las edades muertas, no me era accesible sino de noche.” 

           

            En “Una bofetada”, la situación que los mensú padecían es sutilmente denunciada al poner énfasis en la relación particular entre Korner y el mensú y en la venganza de éste en donde el tiempo cumple un papel fundamental. El tiempo es significativo en la medida en que la espera es la que permite la revancha y es llevada al extremo de importar el hecho en sí menos que las consecuencias.

           

Igualmente, en “La voluntad” el tiempo cumple su actuación desde afuera deslindado de la influencia en el carácter de los personajes pero sustentando la espera necesaria para llevar a cabo el objetivo.

 

            Sin embargo, existen otros factores en donde las fronteras son más explícitas. Uno de ellos es la práctica llevada al extremo del ‘saber hacer’. (8)

 

            En “La reina italiana”, Kean opta por continuar su proyecto de cosecha de miel implantando una abeja intrusa en el panal de las originarias de la selva misionera (y matando a la reina indígena), aún a costa del riesgo que esto podía ocasionarle a su familia. La enfermedad de su hijo lo llevó a que la extraña sociedad que tenía con sus abejas dejara de ser secundaria y que eligiera  preparar provisiones de miel para el invierno, solución que él consideraba plausible debido a que la criatura la digería maravillosamente. Y aunque las consecuencias no fueron las esperadas ya que las abejas se llevaron “la vida de su caballo y la belleza de su hija.” (9), a lo largo del relato encontramos un objetivo claro que es seguido detalladamente y que absorben la concentración cotidiana del personaje.

 

            Según Beatriz Sarlo, Horacio Quiroga posee una razón que le resulta interesante para relatar experiencias prácticas que conducen al fracaso. “Tiene que ver con el peso simbólico del pionerismo técnico de estos aficionados y ‘primitivos’ en un mundo donde nuevos conocimientos estaban modificando, por lo menos en los sectores medios y populares, la organización tradicional de saberes y destrezas.” (10)

 

            Apunta Nora Avaro que “el error (de Kean) es fatal y comprometedor pero no hace más que confirmar la fuerza productiva del ‘saber hacer’, ya que el obstáculo no tiene otra función que la de demostrar la capacidad de vencerlo.” (11)

 

            Y el proceso importa más que el resultado. “El objetivo práctico de la invención está permanente diferido por los pasos intermedios, que representan triunfos o fracasos parciales (…). Los pasos intermedios se convierten en logros por sí mismos y, finalmente, en obstáculos definitivos porque el inventor aficionado jamás alcanza a solucionarlos por completo.” (12)

 

            Tal es el caso, también, del capitán ruso Nicolás Bibikoff -personaje principal en “La voluntad”- quien en pos de consumar su causa decide instalarse en el monte de Misiones, arrastrando consigo a su mujer. Elige un destierro en un lugar de difícil acceso, con escasos medios de comunicación y, siendo enfermo, se dedica a la plantación de tabaco con la única ayuda de aquélla, lo que no augura una salida de esa vida de miseria. Pero lo importante no es la forma de vida sino justificar su elección: “La causa, el único motivo de la aventura, había sido probar a los oficiales de San Petesburgo que un hombre es libre de su alma y de su vida, donde él quiere, y donde quiera que esté. De todos modos, lo había demostrado.” (13)

 

            Ya nos advierte Nora Avaro que “una poderosa voluntad -que es el rasgo más claro del carácter del hombre de acción, y que es siempre efecto de su encuentro con el ambiente- sostiene cada nuevo intento, estructura el uso del tiempo ganado, y traza una moral del deber cumplido.” (14)

 

            Acaso sea en “El salvaje” donde esta poderosa voluntad adquiera su mayor plenitud. Acaso sea allí donde cada nuevo intento no sólo trace una moral del deber cumplido sino que permita, también,  la conquista de un espacio nuevo.

 

            Y los espacios ganados son claros. No solamente una conquista de lugares físicos que muestran una evolución de eras, sino que el progreso va de la soledad al ámbito familiar y conlleva la necesidad de superar diferentes obstáculos. Obstáculos que deben ser salvados para lograr la supervivencia tanto física como espiritual y que arrastran, además, una tensión constante donde la soledad juega un papel fundamental. La tranquilidad, la seguridad y la compañía implican metas a las que el hombre aspira llegar y van decidiendo su destino al descubrirle nuevas maneras de relacionarse.

 

            El sueño alude tanto al descanso -en la primera parte- como a la visión supuesta (15) que tuvo el hombre -en la segunda- y ambos son lugares conquistados por elección propia. “Sueño” y “realidad” son las partes que definen el relato, pero la conquista es definida en lo que el hombre logra obtener, sin dejar relegado el proceso para lograrlo: “La casa y el sueño estaban conquistados para siempre.” (16)

           

            La práctica ocupa un papel relevante en el sentido de acción en sí misma y el trabajo es destacado como ocupación con significado práctico más allá del rédito económico que pudiera generar. “Quiroga pensaba, como Simone Weil, que la condición obrera no es una situación económica sólo, sino un hecho muchísimo más tramado en la urdimbre de los destinos terribles, fatídicos del vivir social. Sin la conciencia de esos hechos, los hechos no pueden ser modificados” (17). La denuncia de la situación social vivida en lugares casi inaccesibles muestra un desamparo de las clases marginales sin un ataque directo a los responsables de ésta. Esta conducta se perfila en gran parte de la obra quiroguiana y se manifiesta  en “Una bofetada” de una manera más acabada.

 

            La importancia del sentido práctico de las situaciones también puede verificarse a lo largo de su obra y el trabajo no deja de estar presente ni siquiera en relatos tan extraños y alejados de la civilización como “El salvaje”: “Pero como quería ser útil a los que vivían sentados allá abajo aprendiendo en los libros, instaló una pequeña estación meteorológica (…)”. (18)

 

            La convergencia de tiempo, espacio y acción son las que definen una situación, menos que la profundización psicológica de los personajes. “La ‘sensación de vida’ es el ‘efecto’ que a Quiroga, en verdad, le interesa” (19) y los recursos, empleados a favor de ésta, delinean el camino hacia la autenticidad y la fuerza de sugestión. La intensidad de la situación límite es  llevada a destino a través de procedimientos de efecto sorprendente, tal es el caso de “Los cazadores de ratas”, o bien a través de una puesta al límite de lo natural como en “Una bofetada”, donde ya desde el centro del relato puede percibirse la venganza del mensú. De esta manera, el efecto de sorpresa pasa a segundo plano pero la realidad se torna límite en la narración del castigo que recibe Corner. Ahí se produce la conjunción entre la naturalidad del destino y la intensidad de la vida del hombre de acción: “Y el rebenque, con terrible y monótona violencia, cayó sin tregua sobre la cabeza y la nuca de Korner, arrancándole mechones sanguinolentos de pelos.” (20)

 

            En “Los cementerios belgas”, no sólo el contexto -la Primera Guerra Mundial- produce la fuerza de sugestión mencionada sino que el uso del tiempo presente en el centro del relato provoca un efecto de realidad que es complementado con la descripción concisa de la situación reinante: “Los desgraciados, chorreando agua, muertos de fatiga, hambre y sueño, se arrastran otra vez por la carretera, llenando consigo el estertor de las criaturas asfixiadas por la bronconeumonía.” (21)

 

            En 1927, en el “Decálogo del perfecto cuentista”, Horacio Quiroga escribe: “Toma los personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver.” (22)

 

            De esta manera nos brinda una condición básica para lograr la efectividad a la que aludíamos con anterioridad y nos demuestra la manera que él lo lleva a la práctica ya desde mucho antes.

 

            Y Quiroga va más allá, crea su propio mundo imaginativo en el cual la cruda y concisa atmósfera cumple un papel fundamental. Personajes parcos que apenas pronuncian unas pocas palabras, sólo las necesarias, que ponen en la acción su fuerza, y cuyas angustias y conflictos son sugeridos antes que explicitados. El ambiente y los personajes son llevados al límite pero también la tensión es extrema creando un entorno ‘otro’. En “Los cazadores de ratas” se dramatiza una superstición campesina: la de que las víboras vuelven para vengarse al sitio en que se ha matado a su pareja.

           

            Y existen factores concretos que son utilizados como recurso para crear este mundo imaginativo. Es el agua un factor relevante en el desarrollo de los acontecimientos.

 

            La lluvia copiosa que acosa a la caravana en “Los cementerios belgas” y al hombre de “El salvaje” acompañan los hechos creando una atmósfera de aventura y supervivencia. Asimismo, el río adquiere una dimensión envolvente en la primera parte de “El salvaje” al oficiar de cuna, morada y tumba del dinosaurio. De la misma manera, en “Una bofetada” es a lo largo del río Paraná donde los sucesos ocurren.

 

            Condiciones climáticas extremas que no cesan, formas de la insistencia que se repiten. Así también, los personajes de Quiroga son reiterativos en sus acciones. “La insistencia es clave en el mundo quiroguiano, es la forma más acabada de la voluntad y es también la fuerza que regula la producción de historias.” (23)

 

            Ya se ocupa todos los días el hombre de “El salvaje” de seguir a la familia de la que luego se apoderará: “Quince veces seguidas el merodeador se apoderó de la comida ajena, sin que el hombre de la caverna notara el robo.” (24)

 

            Ya realiza Kean en “La reina italiana”, día tras día, su extraño proyecto. Asimismo, en “La voluntad”, la mujer de Bibikoff no cesa de ocuparse de su trabajo en el monte a pesar de que su marido ya no estaba y de que estaba pronta su partida para encontrarse con éste: “Mas no por eso dejó durante su estada en lo de Allain, de preocuparse vivamente y atender su plantación de tabaco.” (25)

 

            En “Una bofetada”, el mensú mantiene una constancia que dura años para vengarse de Korner y sostiene un largo camino a través de la selva aletargada en su acto aún a costa de que la muerte del patrón va a costarle su exilio a Brasil:

 

           

“Durante cinco horas, kilómetro tras kilómetro, Korner sorbió hasta las heces la humillación y el dolor de su situación. Herido, ahogado, con fugitivos golpes de apoplejía, en balde intentó varias veces detenerse. El mensú no decía una palabra, pero el látigo caía de nuevo, y Korner caminaba.” (26)

           

 

 

            De esta manera se van perfilando las acciones hacia una frontera última. La insistencia funciona como clave para llevar las acciones al límite aún al riesgo de rayar con el peligro y la muerte. Pero, en medio de una vorágine de progreso, en los lindes de una sociedad cada vez más consumista que trastoca sus saberes y, por qué no, sus valores, le compete al arte, quizás, salvaguardar la esencia de la vida.

 

            Acaso por esto, en “El sueño” se intente rescatar al salvaje que subyace bajo el hombre civilizado.

 

 

Conclusión

 

 

Sólo faltaba la noche de la eterna soledad.

Horacio Quiroga en Cartas de Quiroga a Martínez Estrada.

 

  

            Horacio Quiroga: trabajador por elección, personaje intenso, hombre de letras. La pasión que rigió su vida ofició como causa y efecto en su literatura. La vida de acción fue puesta al servicio de su escritura dejando huellas tanto en la estructura como en la temática de sus relatos.

 

            Es el ambiente un factor importante en su vida y en su obra y la atmósfera de El salvaje no escapa a esto. Factor condicionante que envuelve y condiciona la vida de los personajes pero no siempre por un juego del destino sino que, en muchas ocasiones, por una elección de vida que posee causas más profundas.

 

             El carácter de los personajes se va forjando conforme al lugar que habitan y, al mismo tiempo, son condicionados por éste. Y así como en Los desterrados, aquí también los personajes son desterrados de una situación particular, “él mismo se define como desterrado en una situación singular, de ‘efectos sorprendentes’. Y la situación es siempre, en la literatura de Quiroga, ‘experiencia límite’ del ambiente.” (27)

 

            El espacio influye en el carácter de los personajes y, al mismo tiempo, produce la sensación de que no tenía existencia antes de éstos. Pero también el tiempo condiciona en la medida en que permite una elección sustentada en el deseo y actúa como agente externo sin influir en el carácter de los personajes.

 

            Tiempo y espacio son condicionantes sustentando elecciones personales que llegan siempre hasta sus últimas consecuencias limitando con el peligro. Y esto es llevado a destino a través de la práctica constante que no cesa hasta alcanzar el objetivo propuesto. Y es también el límite al que es acarreado el ‘saber hacer’ produciendo la vida intensa (28). En esta práctica importa menos el resultado que el proceso y el transcurrir de la vida está expresado en la supervivencia. “La experiencia de los límites y los riesgos de la supervivencia hacen a la intensidad de la vida y de la obra.” (29)

 

            Pero existe un referente mucho más profundo que oficia de conexión de todos estos relatos, que recubre gran parte de la obra quiroguiana así como su vida misma. La soledad.

           

Personajes solitarios, muchas veces inmersos en el desamparo, que van trazando los pilares de su vida desde la construcción misma de la práctica cotidiana.

    

            Y fue Quiroga, también, un personaje solitario. Lo que no significa que fuese huraño, sino que había aprendido a valerse por sí mismo y que su soledad era el resultado de toda una vida de desamparo y sufrimiento. Y de ello era conciente sin dejar de amar y sin dejar de valorar cada pérdida como algo insustituible: “Voy quedando tan, tan cortito de afectos e ilusiones, que cada uno de éstos que me abandona se lleva verdaderos pedazos de vida.” (30)

 

            Ambientes intensos y espacios verticales que determinan situaciones fronterizas. Espacio y tiempo logrando un complemento preciso. Objetivos claros adquiriendo importancia en el proceso mismo a través de la práctica. El extremo situacional haciéndose presente desde la vida intensa como manifestación de los límites. Y la soledad, la sombría soledad atravesando los relatos y la vida misma de Horacio Quiroga. “Estaba solo, efectivamente, y su soledad era el resultado natural de las fuerzas centrífugas y disolventes que arrojan al hombre superior allende las fronteras del ámbito vital” (31). Soledad que es, también, una manifestación de los límites y una elección de vida. “Solo como un gato estoy” (32) le escribe Quiroga a Martínez Estrada. Cabría preguntarse, ahora, hasta qué punto la elección de vida y el deseo logran coincidir.  

 

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Notas

 

(1) MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, El hermano Quiroga y cartas de Quiroga a Martínez Estrada, Montevideo, Arca Editorial, 1968, p. 56.

 

(2) Ídem, pp. 54-55.

 

(3) AVARO, Nora, “El relato de la ‘vida intensa’ en los ‘cuentos de monte’ de Horacio Quiroga, en Historia crítica de la Literatura Argentina, Buenos Aires, Emecé, 2002, vol. 6, p. 185

 

(4) MARTÍNEZ ESTRADA, Op. Cit., p. 27.

 

(5) QUIROGA, Horacio, El salvaje, Buenos Aires, Editorial Losada, 1963,  p. 9.

 

(6) MARTÍNEZ ESTRADA, Op Cit,  p. 80.

 

(7) QUIROGA, Op. Cit., p. 12.

 

(8) La expresión es de Beatriz Sarlo.

 

(9) QUIROGA, Op. Cit., p. 55.

 

(10) SARLO, Beatriz, “Horacio Quiroga y la hipótesis técnico-científica” en La imaginación técnica. Sueños modernos de la cultura argentina. Buenos Aires, Nueva Visión, 2004, p. 33.

 

(11) AVARO, Op. Cit., p. 185.

 

(12) SARLO, Op. Cit., pp. 30-31.

 

(13) QUIROGA, Op. Cit., pp. 60-61.

 

(14) AVARO, Op. Cit., p. 185.

 

(15) Nos dice el narrador: “(…) comprendí que aquel mismo hombre había vivido realmente, hacía millones de años, lo que ahora sólo había sido un sueño.” En El salvaje, Op. Cit., p. 16.

 

(16) QUIROGA, Op. Cit. P. 29.

 

(17) MARTÍNEZ ESTRADA, Op. Cit., p. 74.

 

(18) QUIROGA, Op. Cit., p. 9.

 

(19) AVARO, Op. Cit.,  p. 192.

 

(20) QUIROGA, Op. Cit., p. 36.

 

(21) Id., p. 46.

 

(22) QUIROGA, Horacio, “Decálogo del perfecto cuentista”, en Los trucs del perfecto cuentista y otros escritos, Buenos Aires, Alianza, 1993.

 

(23) AVARO, Op. Cit., pp. 185-186.

 

(24) QUIROGA, El salvaje, Op. Cit., p. 25.

 

(25) Ídem, p. 60.

 

(26) Id., p. 35.

 

(27) AVARO, Op. Cit., p. 195.

 

(28) Escribe Sarlo:El interés ficcional reside en la comprobación de sus límites y la resolución de avanzar trabajando con la conciencia de que ellos existen como obstáculo pero también como impulso narrativo e ideológico.”  En La imaginación técnica, Op. Cit., p. 34.

 

(29) AVARO, Op. Cit., p. 179.

 

(30) QUIROGA, Op. Cit., p. 102.

 

(31) MARTÍNEZ ESTRADA, Op. Cit., p. 80.

 

(32) Op. Cit., p. 83.

 

 

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Bibliografía

 

AVARO, Nora (2002), “El relato de la ‘vida intensa’ en los ‘cuentos de monte’ de Horacio Quiroga”, en Historia crítica de la Literatura Argentina, Buenos Aires, Emecé, vol. 6.

 

MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel (1968), El hermano Quiroga y cartas de Quiroga a Martínez Estrada, Montevideo, Arca Editorial.

 

QUIROGA, Horacio (1963), El salvaje, Buenos Aires, Editorial Losada.

 

________________ (1993), Los trucs del perfecto cuentista y otros escritos, Buenos Aires, Alianza.

 

SARLO, Beatriz (2004), La imaginación técnica. Sueños modernos de la cultura argentina. Buenos Aires, Nueva Visión.
URL del Documento:
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